domingo, 11 de septiembre de 2011
Los estudiantes en Chile piden que caiga "la educación de Pinochet"
PABLO SAPAG M.
Profesor e investigador de la Universidad Complutense de Madrid
Ilustración de Patrick Thomas
Con asombro y el malestar propio de quien se ha sentido engañado por años, el mundo es testigo de la actual convulsión chilena. Tres meses de protestas, no ya contra el Gobierno del derechista Sebastián Piñera, sino contra el modelo económico, político y social impuesto tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Así es, porque el movimiento que el sistema chileno y sus altavoces mediáticos internacionales intentan reducir a mera protesta sectorial no se condice con la implicación profunda y transversal de toda la sociedad en estos meses de efervescencia. Tan claro es que no se trata de la reedición de otras protestas estudiantiles que el lema más coreado por unos jóvenes que no habían nacido cuando el dictador dejó el poder en 1990 no deja lugar a dudas: “Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet”, repiten los estudiantes, pero también quienes con ellos protestan.
Con esa consigna los manifestantes han puesto al Chile aparentemente exitoso frente a su realidad. La de un país que, pese a cambios parciales, sigue anclado en una problemática socioeconómica similar a la de 1983, cuando al grito de “y va a caer”, la movilización popular estuvo a punto de tumbar un régimen que sólo se mantuvo por la represión. Ese año se saldó con el mayor número de víctimas en una década, entre otras cosas porque militares y carabineros disparaban a mansalva a los que como hoy hacían sonar sus cacerolas en plazas y esquinas.
Se exige así la caída de un modelo educativo que es fiel reflejo de un Chile al servicio de las grandes empresas y la maximización del beneficio –lucro–, sin importar si se comercia con bienes básicos o suntuarios. La educación chilena es la más cara del mundo. Según la OCDE –club de países ricos al que tanto empeño puso la élite chilena por asociarse–, el costo mensual de los estudios universitarios equivale al sueldo medio de la mayoría, por lo que las familias se endeudan de por vida. El modelo ultraliberal chileno las ha engañado durante años con la promesa de un avance social imposible en uno de los 20 países más desiguales del mundo, según su índice Gini. Leer artículo completo...
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